jueves, 15 de marzo de 2012

Mentes, máquinas y el CTD: Implicaciones del Principio de Church-Turing-Deutsch para la Filosofía de la Mente

1. Empecemos por el principio


Antes de empezar propiamente a ver el principio de Church-Turing-Deutsch (CTD), aclararemos que queremos decir cuando decimos que el CTD es un principio, y el posible uso de los principios tanto como creadores de nueva física como de verificadores de ésta, a pesar de no ser directamente verificables. Habiendo aclarado este tema, veremos una visión histórica del CTD, que nos lleva a introducir la tesis de Church-Turing (CT). David Deutsch hace una aportación fundamental al CT, que lo restringe a su forma actual, el principio de CTD. Explicaremos las motivaciones de Deutsch para restringir el CT y la ganancia con el nuevo principio de CTD. Una vez planteado este nuevo principio, de él derivan multitud de consecuencias para el mundo de la física, las matemáticas, y como no para el de la filosofía de la mente. Veremos también los sistemas físicos que se están convirtiendo en realidad a día de hoy aplicando este principio de CTD (los ordenadores cuánticos). Dejaremos para las secciones 2 y 3 las consecuencias para la filosofía de la mente del CTD.

1.1. ¿Qué es un principio?


Un principio es una regla general que sirve como marco referencial para la construcción o verificación de teorías físicas. Estos suelen estar basados en ideas de simetría que reducen los grados de libertad a ser considerados. El principio funciona de manera axiomática desde el punto de vista lógico, es decir, se toma como veraz aunque no esté demostrada su veracidad. El hecho de que no esté demostrado, y en muchos casos, sea indemostrable, no significa que no deba ser considerado como de suficiente peso como para no poder albergar cierta verdad. Karl Popper nos indicó que una manera de poder verificar la bondad de una teoría es la de que aguante la prueba del tiempo, enfrentándose a pruebas con teorías rivales y siempre prevaleciendo ante ellas en virtud de los experimentos realizados[1]. La bondad del principio estriba en el número de teorías que pueda sostener, siendo éstas teorías contrastadas en experimentos cruciales con teorías rivales. Así, cuando una teoría que debería cumplir un principio no lo hace, pueden pasar varias cosas. Entre ellas, las dos más importantes para el tema que nos ocupa son: que la teoría sea inválida y el principio válido, o que la teoría sea válida y el principio inválido[2]. En ambos casos, la existencia del principio, según su establecimiento en el ámbito de la ciencia, nos sirve para interpretar el significado de una teoría. Por tanto, aunque hemos visto que un principio es axiomático, su halo de veracidad puede ser refrendado por el número y la calidad de las teorías que albergue.

La relación entre un principio y una teoría puede verse de dos formas. En la primera de ellas, se ve si una teoría verifica o cumple un principio determinado. Así, por ejemplo, podemos ver si una teoría física que nos facilite la construcción de una máquina de movimiento perpetuo verifica o cumple las tres Leyes de la Termodinámica (que son principios). Dado el número y calidad de las teorías que han sido verificadas con experimentos cruciales dentro del marco de los principios de las Leyes de la Termodinámica, sería muy difícil que esto ocurriera. Dado el caso, o bien tenemos que aportar pruebas concluyentes de que los principios de las Leyes de la Termodinámica no se cumplen en este caso, o, lo más seguro, hay algo en nuestra teoría que es erróneo.

Pero hay también una segunda forma de ver la relación entre un principio y una teoría, y es el desarrollo de nuevas teorías a partir de principios. Cuando la ciencia entra en un nuevo campo y se enfrenta a una cantidad de datos escasa todavía, se necesita de algún principio guía que asista durante los primeros pasos tentativos hacia un entendimiento teórico. Esta forma de construcción de las teorías se ha usado de forma recurrente en diversos ámbitos científicos, especialmente en la Cosmología. Así por ejemplo, para poder progresar en nuestro entendimiento del universo con la teoría de la relatividad de Einstein, se usaron al principio modelos simplificados basados en el Principio Cosmológico[3]. Se nos desvela aquí la segunda función del principio, que no es otra que la de servir de cimiento teórico o de guía a las nuevas teorías científicas, planteando estas últimas en base a que satisfagan el principio.

Debemos por tanto tomarnos el principio de Church-Turing-Deutsch tanto como verificador de teorías y como impulsor de nuevas teorías que puedan venir en diversos campos del conocimiento.

Veamos ahora el predecesor del CTD, que no es otro que la tesis de Church-Turing.

1.2. Tesis de Church-Turing


La historia de nuestro principio de CTD nos remonta a un viejo problema matemático, el Entscheidungsproblem[4] de Hilbert. Es precisamente para dar respuesta a este problema para lo que tanto Turing como Church investigan en sus respectivas tesis. Nótese que tanto en el caso de Turing como en el de Church hablamos de tesis y no de principios, ya que sus trabajos no tienen relación con el mundo físico y se encuadran dentro de los artículos matemáticos. Los artículos de Turing[5] y Church[6] demostraban la imposibilidad de dar una respuesta general a este problema del Entscheidungs. Es decir, no existe un procedimiento por el cual se pueda determinar si una proposición lógica es veraz o falsa. Church y Turing, además de proporcionarnos esta demostración, en sus artículos nos trajeron muchos conceptos definidos claramente por primera vez para el mundo de las matemáticas, más concretamente para la teoría de la computación, como por ejemplo el concepto de algoritmo, función computable, o  recursividad.

Sin embargo, aunque equivalentes, Turing y Church nos plantean formas distintas de llegar a esta misma conclusión. En la formulación de Turing, “Una máquina de Turing puede hacer cualquier cosa que sea descrita como puramente mecánica[7], mientras que para Church, “una función de números enteros positivos es efectivamente calculable solo si es recursiva[8]. Una versión ampliamente extendida de la tesis de CT es “Toda función que puede ser vista de manera natural como computable, puede ser computada por la máquina universal de Turing[9], que se convertiría en el punto de partida de Deutsch para su principio.

1.2.1. Mito de la Tesis de Church-Turing

Existe una mala interpretación de la tesis de CT que tiene profundas implicaciones en el campo de la Filosofía de la Mente, y no es otra que la de creer que una máquina universal de Turing puede simular el comportamiento de cualquier otra máquina. Así, en los que abogan por una teoría computacional de la mente pueden fácilmente dar el siguiente paso y decir que el cerebro humano es o bien una máquina universal de Turing, o bien es equivalente a ella, posibilitando todas las premisas de la teoría computacional. Además, en consonancia con esto, ya que el cerebro sería una máquina de Turing, se podría construir una máquina de Turing para emular el comportamiento del cerebro, posibilitando así el programa fuerte de la Inteligencia Artificial. Encontramos a autores como Dennett que sostienen que “Turing ha demostrado que la máquina universal de Turing puede computar cualquier función que cualquier ordenador, con cualquier arquitectura, pueda computar[10] o a los Churchland, que nos dicen que los resultados de Turing implican que “un ordenador digital estándar, con el programa adecuado, y con memoria y tiempo suficiente, puede calcular cualquier función de entrada salida gobernada por reglas o leyes[11]. Estas afirmaciones provienen sin duda de un desconocimiento de las verdaderas implicaciones de la tesis de CT, ya que esta no habla nunca del mundo físico, sino de entes matemáticos bien definidos, como bien nos explican King[12] y Copeland[13]. Es decir, no se puede probar que la máquina de Turing pueda ser construida realmente, es simplemente una definición formal o sintáctica de cómo debería operar un sistema que quiera atacar el Entscheidungsproblem[14].

1.3. Principio de Church-Turing-Deutsch


Deutsch[15] restringe el caso general de la tesis de CT de una curiosa forma. Deutsch entiende que cuando en la tesis de Church-Turing se dice que Toda función que puede ser vista de manera natural como computable, puede ser computada por la máquina universal de Turing”, en realidad lo que quiere decir con “vista de manera natural como computable” es que la función “pueda ser computada en el mundo físico, es decir, en la Naturaleza”. Fijémonos que aquí, al contrario que en los casos anteriores donde se usaba la falacia de la tesis de CT, Deutsch es perfectamente consciente de que la tesis de CT no dice exactamente lo que él acaba de exponer. Es por tanto, un añadido especulativo, una relación físico-matemática destinada a actuar como principio. Si el principio es cierto, la máquina universal de Turing debe cumplirlo también, por lo tanto, debe de existir una realización de esta máquina de Turing en el mundo físico, y esta puede ser operada usando medios finitos. Con estas dos nuevas aportaciones de Deutsch, el principio de CTD sería “Todo sistema físico realizable y finito puede ser simulado de manera perfecta por un ordenador de modelo universal que opera mediante medios finitos[16].

Deutsch nos hace ver que esta forma de formular la tesis de CT trae profundas consecuencias e implicaciones. La consecuencia principal es que este nueva formulación es mucho más restrictiva que la anterior. Tanto es así que una máquina de Turing no la satisface en Física Clásica[17], ya que, en la concepción de la Física Clásica el Universo es netamente un continuo, mientras que la máquina de Turing opera mediante medios finitos (es decir, no es un sistema físico finito). Debemos por tanto encontrar un modelo físico realizable y finito para que pueda ser simulado de manera perfecta por una máquina universal, y así seguir manteniendo como válido el principio. A posteriori, la respuesta es obvia: este modelo físico no es otro que la Física Cuántica (y por tanto, la Física Clásica es falsa, es decir, no es una buena descripción de la realidad que pueda estar en disposición de validar el principio de CTD). A partir de aquí, y puesto que el sistema físico a considerar es el de la Física Cuántica, volvemos a darnos cuenta de que la máquina universal realizable en dicho sistema tiene forzosamente que ser una máquina cuántica, lo que entendemos por ordenadores cuánticos, alejándonos ya y superando la máquina de Turing en su versión clásica. Deutsch nos propone para ello una nueva forma de entender la relación entre la física y la matemática, y una nueva epistemología.

Si el principio de CTD es cierto, todas las teorías físicas que realmente constituyen el cuerpo de leyes física del universo deberían validarlo. Esto supone una doble revelación: por un lado, debería ser posible emular perfectamente cualquier sistema físico descrito por una teoría física existente dentro de un ordenador de modelo universal, y por otro, cualquier nueva teoría que se estudie puede ser verificada inmediatamente sin necesidad de contraste con el mundo físico si disponemos de un ordenador de modelo universal que pueda verificarla.

El primer punto, a estas alturas de desarrollo de la ciencia informática, no le resulta extraño a casi nadie, y podríamos decir que es una idea casi intuitiva. De hecho, usamos ordenadores diariamente para que simulen teorías físicas, con la certeza de que lo hagan perfectamente, o al menos, con un error controlado. Así, construimos ordenadores que simulan condiciones meteorológicas, hacen proyecciones de teorías económicas o realizan cálculos para el diseño de nuevas obras de ingeniería como puentes o edificios. Si hacemos esto es por una doble asunción, ambas guiadas por principios más que por una verdadera demostración de su veracidad: por un lado, creemos que la naturaleza existe y se rige por leyes, leyes que nosotros somos capaces de conocer y sistematizar. Por otro, creemos que los ordenadores son capaces de emular estas leyes perfectamente, y por tanto emular así el comportamiento de la naturaleza. El hecho de que los cálculos a posteriori de un ordenador verifiquen cierta teoría física o correspondan con la realidad es menos significativo que el hecho de que creamos que existe una teoría que corresponde con la realidad que comprendemos.

El segundo punto es en el que el CTD puede usarse como una guía para la construcción de nuevas teorías físicas. Dado que cualquier teoría física puede ser simulada perfectamente en una máquina de modelo universal, si tenemos una máquina de modelo universal construida, podemos ver si una nueva teoría física es válida haciendo que se ejecute en la máquina. En este sentido, el hacer experimentos cruciales de verificación de una hipótesis en el mundo real sería equivalente a hacer ejecutar la nueva teoría física en la máquina. Si la máquina es capaz de ejecutarla, la teoría física corresponde con la realidad física, y viceversa.

En el siguiente punto veremos que máquina es esta máquina de modelo universal, que tipo de física y metafísica necesitamos para que se construya, cómo puede ser construida y los avances que se están haciendo a ese respecto.

1.4 Ordenadores cuánticos y los Muchos Mundos de Everett


Suponer el principio de CTD como cierto supone interpretar que cualquier realidad física puede ser perfectamente simulada mediante una máquina de modelo universal. A su vez, esta máquina de modelo universal, para ser construida, debe evidentemente caer dentro de las leyes de la realidad física. Dado que la realidad es cuántica, la máquina que se debe construir para simularla también lo es. Por tanto, esta máquina de modelo universal tomaría la forma de un ordenador cuántico.

Un ordenador cuántico es básicamente una máquina que aprovecha las características cuánticas de la realidad para realizar los cálculos. Al igual que en los ordenadores clásicos que provienen de tesis de CT la unidad de información mínima es el bit, a partir del cual se pueden crear máquinas universales de Turing, en los ordenadores clásicos la unidad mínima de información es el qbit. Sin embargo, este qbit no toma solo valores 0 o 1, como en la máquina de Turing, sino que está estrechamente ligado a una función probabilística[18] (la función de onda).

Una de las interpretaciones de la realidad cuántica, en la que cree firmemente Deutsch, es la interpretación de los Muchos Mundos de Everett[19]. En ella se nos dice que el universo (o multiverso) está compuesto por muchos universos separados que pueden a nivel cuántico, si son lo suficientemente cercanos desde un punto de vista de la información que contienen, interactuar entre sí provocando interferencias cuánticas. Gracias a ello, tendríamos potencias de cálculo que no solo usasen la capacidad de cálculo de la energía de nuestro universo, sino la de millones de universos más. En este sentido, el qbit sería la distribución estadística resultado de la superposición de la información de todos los universos interactuantes.

Aunque por el momento no existen pruebas definitivas de la existencia de múltiples mundos y por tanto de que la interpretación de los universos múltiples de Everett sea la correcta como marco metafísico de la física cuántica, algunos científicos[20] se han aventurado a teorizar experimentos gracias a los cuales podríamos avanzar en obtener indicios de la certeza de esta interpretación.

Sea como sea, bien gracias al uso de los cálculos provenientes de otros universos o de cualquier otra manera que funcione la computación cuántica, supondría un salto cualitativo en la computación. Resolvería de forma trivial problemas de tiempo polinomial no determinista, NP (como por ejemplo el clásico problema del viajante o el del cambio de monedas). Un caso particular es el del problema de la factorización de números enteros, que también sería resuelto de forma trivial. Este caso es muy significativo porque la mayoría de sistemas criptográficos actuales (RSA es el más famoso) se basa en la no reversibilidad de la multiplicación de dos primos grandes en un tiempo polinomial determinista.

En las siguientes dos secciones analizaremos algunos temas de filosofía de la mente e inteligencia artificial bajo el prisma de considerar cierto el principio de CTD. Todos estos temas son ampliamente discutidos por especialistas en la materia y todavía no hay una opinión clara al respecto en la comunidad científica o filosófica. En este trabajo se tomará siempre, cuando haya que elegir entre diferentes posturas filosóficas, la que se crea que se ve más favorecida o es más plausible en el caso de que el principio de CTD fuese cierto. Por tanto, aunque a veces se nombrarán a modo ilustrativo alguna teoría filosófica contraria a los planteamientos de considerar cierto el CTD, no se entrará a discutir las críticas de esta filosofía que propugna tesis contrarias, ni las razones por las cuales hace estas críticas.



2 Inteligencia artificial

2.1. La singularidad


La creación de estas máquinas cuánticas avanza, como hemos visto, de una manera lenta pero segura. Según los partidarios del funcionalismo computacional, el desarrollo de la potencia de cálculo de los ordenadores concluirá en un desarrollo de la inteligencia de estos[21], hasta que los ordenadores obtengan inteligencia comparable a la humana. Del principio de CTD se desprende que dado un fenómeno físico, se puede construir un ordenador cuántico que lo simule perfectamente. Puesto que nuestra mente es un fenómeno físico, podemos pensar que es posible construir un ordenador que lo simule, es decir, una máquina con inteligencia artificial. Y con máquinas que analizan datos que provienen de muchos más universos que el conocido, con unas potencias de cálculo solo soñadas por las máquinas actuales, cabe pensar que el alcanzar la singularidad (el momento en el que las máquinas superen la inteligencia humana) sea una cuestión de tiempo, y que será un tiempo cada vez más corto mientras más se desarrollen las investigaciones en computación cuántica.  El alcanzar la singularidad supondría un profundo cambio en nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Exploraremos en esta sección la idea de singularidad[22] y las consecuencias filosóficas de la misma.

Lo primero a sopesar cuando hablamos de la singularidad es el porqué de su importancia. Como nos indica Good[23]: “Definamos una máquina ultrainteligente como una máquina que puede superar a cualquier hombre en todas las actividades intelectuales. Dado que el diseño de máquinas es una de estas actividades intelectuales, una máquina ultrainteligente podrá diseñar máquinas incluso mejores; habría una incuestionable explosión de la inteligencia, y la inteligencia humana sería pronto dejada atrás. Por tanto, la primera máquina ultrainteligente sería la última invención que el hombre hará”. Y no sólo podrá diseñar máquinas mejores, sino además de una manera mucho más rápida, debido a su mayor potencia de cálculo y rapidez, factores que se incrementaran con cada nueva máquina más inteligente creada. Esto hará que la explosión de la inteligencia sea exponencial[24]. Por supuesto, como en todo, el límite lo dará lo que sea físicamente posible, pero no tenemos razones para pensar que tanto la inteligencia como la velocidad de creación de nuevas máquinas no pueda alcanzar el límite de lo físicamente posible. Al alcanzar este límite, es cuando alcanzaríamos la singularidad en su sentido estricto, ya que sería la mayor inteligencia posible a obtener del universo. Y como la mente humana parece estar lejos de alcanzar ese límite, parece que en un corto espacio de tiempo la distancia entre los humanos y esas nuevas máquinas inteligentes será enorme.

Las consecuencias prácticas a priori bondadosas de una explosión de inteligencia son casi triviales: extraordinarios avances en todos los campos del saber, mejora de las condiciones de vida, cura de todas las enfermedades, etc. Sin embargo, también tiene enormes peligros en potencia: la destrucción de la raza humana, el poder para destruir el planeta/la galaxia, etc. Pero desde el punto de vista filosófico, “las consecuencias potenciales de una explosión en inteligencia nos hacen sin duda pensar sobre valores y moralidad, y sobre consciencia e identidad personal. La singularidad nos trae a la palestra algunas de las cuestiones tradicionales en filosofía de la mente a la vez que crea nuevas cuestiones filosóficas[25].

Como el propio Chalmers nos dice, “uno puede pensar que el tema de la singularidad fuera de gran interés para filósofos, científicos de la mente e investigadores de la inteligencia artificial. Sin embargo, en la práctica, no ha sido este el caso[26]. La idea para muchos no es estudiar la singularidad desde un punto de vista académico, sino más bien encontrar una manera de apadrinar o negociar con esta singularidad (en el sentido de influirle éticamente) para beneficio de la humanidad. En este sentido práctico, la pregunta que se plantea es cómo maximizar el valor obtenido de un mundo de la post-singularidad, siendo esta inevitable. Para ello, debemos controlar el desarrollo de la IA imponiéndole condicionantes, tanto internos como en su relación con los humanos.

En cuanto a los condicionantes o límites internos, sin duda integrar valores éticos en su desarrollo se presenta como un punto importante. Estos valores, copiados de valores humanos ampliamente extendidos en las sociedades modernas actuarían como moderador de la conducta para nuestro (y potencialmente, su) beneficio. También valores específicamente diseñados para estas máquinas en su interacción con los humanos. Un ejemplo de estos valores podría ser las tres leyes de la robótica de Asimov.

En cuanto a los condicionantes en su relación con los humanos, deberíamos imponer, al menos al principio, límites físicos a su interacción. Crear robots humanoides con la misma o superior fuerza e inteligencia que puedan interactuar en el mundo físico con nosotros, y por tanto, hacernos daño, no parece una buena idea. Habría que empezar por desarrollar entornos virtuales aislados (esto es, no conectados a Internet ni ningún otro sistema informático relevante) donde veríamos el comportamiento e interacción de estas inteligencias y podríamos enseñarles e inculcarles valores.

En un posterior estado, a lo que iremos será a una integración de sistemas humanos con sistemas de inteligencia artificial, mediante mejoras de nuestros sistemas biológicos sustituyendo partes por sistemas biónicos, y en última instancia, a una especie de mundo virtual donde seremos “cargados”. Pero esto lo veremos en otro capítulo, que dedicaremos a las consecuencias del CTD en la filosofía de la mente.


3. Mente


Si suponemos cierto el CTD, sabemos que todo sistema físico puede ser simulado perfectamente por una máquina universal, o mejor dicho, ahora que lo sabemos, por un ordenador cuántico. La mente humana, sea lo que sea, tiene ciertas propiedades de simulación y modelización. Si una explicación al hecho de que el universo es comprensible es que, según el principio de CTD, puede ser simulado en otro sitio (un ordenador cuántico), es posible que una explicación al hecho de que el universo es comprensible por los humanos sea que nuestra mente actúa como un ordenador cuántico. Al igual que hoy en día vemos normal el hecho de usar ordenadores para modelar teorías científicas, y realizar proyecciones, es incluso más trivial y más normal usar nuestra mente para hacer las mismas cosas. Al fin y al cabo, hemos construido en cierta medida los ordenadores a imagen y semejanza de nuestra mente, tanto es así que el famoso test de Turing se refería a no poder diferenciar el funcionamiento de un ordenador al de una persona. Veremos en este capítulo tres posibles escenarios de realidad (interconectados entre sí) donde asumimos que, siguiendo el principio de CTD, un ordenador puede ser consciente, y la mente humana es un ordenador.

3.1. Uploaded


Por este término me refiero al hecho de subir o cargar la mente humana a un ordenador. Esta sería a largo plazo una de las consecuencias de la singularidad, de la que hablamos en el capítulo dedicado a la Inteligencia Artificial. Cuando hayamos construido máquinas inteligentes, más inteligentes que nosotros, y las hayamos dotado de valores morales que aseguren y protejan nuestra supervivencia, un paso más sería ampliar nuestra vida a soportes no biológicos, no limitados por tanto a las circunstancias adversas de este soporte. Podríamos pensar en cargar nuestra mente en un ordenador, y crear así soportes físicos para interactuar en el mundo real que no nos limiten tanto como lo hacen actualmente nuestros cuerpos biológicos. Podríamos así cargarnos en una especie de nave, y atravesar el espacio sin miedo a morir de frío o de no encontrar alimento. O podríamos enviarnos mediante una red de ordenadores para cargarnos en la otra punta del mundo en cuestión de segundos. Las posibilidades, suponiendo que todo esto fuera posible, son múltiples.

Sin embargo, esta carga o subida de mentes plantea muchos dilemas éticos y preguntas clásicas tradicionalmente tratadas por la filosofía de la mente. Para empezar, podríamos preguntarnos si al subir nuestra mente, estaríamos también subiendo nuestra consciencia. Ya que los seres humanos somos conscientes, no sería una subida completa si no viene acompañada de consciencia. Para mayor dificultad, en realidad no se tiene muy claro dentro de la filosofía de la mente que es lo que se quiere decir por consciencia, y ni siquiera si esa consciencia es algo tangible y real o una forma de llamar a algo que no sabemos muy bien si existe. Entre los convencidos de que existe algo real que responde al nombre de consciencia, hay dos grandes grupos con respecto a su postura en torno a las subidas de consciencia a un ordenador. Los biologistas, como Searle, que piensan que ningún sistema no biológico podría ser consciente, y los funcionalistas, como Dennett o Chalmers, que piensan que sí. Si tomamos en cuenta el CTD, sin duda la opción más plausible sería la funcionalista, dado que mediante un ordenador cuántico seríamos capaces de simular perfectamente cualquier sistema biológico.

Sabiendo ya que podemos tener nuestra consciencia subida al ordenador, podemos plantearnos preguntas sobre identidad personal. Ante una subida, podemos adoptar dos posturas, la pesimista y la optimista[27]. La postura pesimista sería la que mantiene que al subir nuestra mente a un ordenador, no sería la misma persona que el original. La optimista, defendería la postura de que sí es la misma persona. En una hipotética situación de viaje con subida  (por ejemplo haciendo una copia de nuestra mente en otro sitio y destruyendo el original, para hacer una teletransportación) sería de suma importancia el valorar si verdaderamente nos encontramos con la misma persona o no. ¿Notaríamos la diferencia si pudiéramos hacer una copia exacta de la mente de una persona y destruyéramos el original? ¿Adquiriría esta copia todos los derechos y obligaciones del original, desde el punto de vista del derecho? Incluso más perturbador es cuando se haga una copia sin destruir el original. En ese momento, tendríamos que plantearnos qué hacer con las n copias que una persona pueda tener, y si éstas serían diferentes a la persona original o no, en cuestión de derechos como ontológicamente.

Mientras que nos planteamos todas estas preguntas que afectan tanto a la filosofía de la mente como a la organización de la sociedad y el derecho en este futuro hipotético de humanos subidos a ordenadores, vayamos más allá e imaginémonos un mundo donde el entorno físico ha desaparecido, y todo lo que los humanos realicen se encuentra dentro de un entorno virtual donde se presentan subidos o cargados, un gran ordenador que simula un mundo virtual que carece de las limitaciones físicas del mundo real, donde los humanos pueden hacer básicamente todo lo que son capaces de programar.

3.2 La Gran Simulación


Podemos ahondar más en la subida que vimos en el capítulo anterior. En el supuesto de que sea posible subir nuestras mentes a un mundo simulado virtual, e interactuar con otras mentes e inteligencias artificiales, podríamos llegar a que la totalidad del mundo fuera este mundo virtual y simulado, la Gran Simulación. Esta gran simulación sería, para los habitantes de ella, tanto artificiales como provenientes de subidas de mentes al sistema, totalmente imperceptible de la realidad. Es más, sería la realidad, ya que al ser el cerebro otra máquina universal de CTD, no se perdería ninguna información real. Esto nos hace inmediatamente preguntarnos: ¿estamos nosotros acaso viviendo ya en una simulación?

El filósofo Bostrom[28] ha investigado sobre esta idea, y ha llegado a la conclusión de que al menos una de las siguientes proposiciones es cierta: “(1) la especie humana se extinguirá antes de que sea capaz de llegar a una fase donde pueda crear una Gran Simulación, (2) cualquier civilización con tecnología capaz de realizar una Gran Simulación no hace en la práctica un número significativo de ellas, o (3) lo más probable es que vivamos en una Gran Simulación. De hecho, como veremos, el corolario es que la posibilidad de que seamos capaces de crear una Gran Simulación son mayores si ya estamos viviendo en una Gran Simulación”[29].

En realidad, aunque al menos una de las tres proposiciones son ciertas, la probabilidad de que la cierta sea (3) es mucho mayor que (1) o (2). Esto es debido a que, si una civilización alcanza la tecnología capaz de realizar una Gran Simulación, y no existen barreras éticas que impidan hacerla, llegará a un nivel de desarrollo, creación y perfeccionamiento de estas Grandes Simulaciones en poco tiempo que haga que las Grandes Simulaciones sean prácticamente triviales (en cuestión de costes, esfuerzo, medios técnicos, etc.). Al ser prácticamente triviales, el número de Grandes Simulaciones con respecto al número de mundos reales es infinitamente mayor. Al ser indistinguibles el mundo de una Gran Simulación con el mundo real, lo más probable es que de hecho estemos viviendo sin saberlo en un mundo simulado. Si somos capaces de crear una Gran Simulación, la posibilidad (1) se elimina, y la probabilidad de que (2) sea cierta será bastante baja cuando la capacidad para hacer una Gran Simulación sea trivial. Por tanto una prueba de que vivimos en una Gran Simulación sería el poder realizar una simulación nosotros mismos.

El vivir en una Gran Simulación no sería diferente al vivir en un mundo real para los habitantes de este. De hecho, puede que estemos viviendo ahora mismo en un mundo simulado. Sin embargo, podrían existir cuestiones escatológicas que podrían verse resueltas en el caso de vivir en un mundo simulado, al menos parcialmente. Esto lo veremos en la próxima sección.

3.2. Dios


Si efectivamente vivimos en un mundo simulado, podemos pensar que este mundo simulado tiene una especie de programa maestro que se ejecuta de fondo (lo que en terminología informática se llama sistema operativo) que impregna a todo el programa de una suerte de esencia. Este programa controla todas las interacciones con el sistema y almacena datos para producir respuestas, nuevas interacciones y nuevos datos. Este sistema operativo podría ser autoconsciente, con una inteligencia artificial evidentemente mucho mayor que la de cualquiera. Por tanto, no solo podría conocer todas las interacciones sino crear respuestas acordes y hacer evolucionar el sistema de acuerdo a ciertas limitaciones (¿las leyes físicas?).

Este programa podría ser, dentro del mundo simulado, un ser omnipresente y omnipotente, que todo lo sabe. Esto casaría con nuestra definición de Dios en la mayoría de las religiones. Viviríamos en este sentido dentro de la mente de dios.

Si este sistema operativo o Dios hubiera sido programado con un fin o intención, estaríamos hablando del sentido del universo, y al descubrir esta intención, tendríamos una guía moral perfecta para nuestro comportamiento en este universo simulado.

Sin embargo, tenemos que pensar que este Dios sería un dios local, válido solo para nuestro universo simulado, y no se aplica evidentemente al nivel superior (ya sea este real o simulado a su vez). Por tanto, las grandes preguntas filosóficas, en su sentido último, seguirían sin respuesta si consideramos todos los niveles simulados y reales que se pueden teoréticamente suceder en la realidad.



4. Conclusiones

Tomar el principio de Church-Turing-Deutsch (CTD) como cierto nos abre nuevas puertas en la frontera del conocimiento, en los más diversos campos. Nos da una visión coherente de porqué la física se puede describir matemáticamente, o mejor dicho, de cómo es posible que entendamos el mundo. Con el dominio de la construcción de ordenadores cuánticos, problemas actualmente no computables se tornaran triviales (el ejemplo más claro serán los algoritmos de factorización, base para los sistemas criptográficos) y estaremos más cerca de alcanzar la singularidad debido a la multiplicación exponencial de la potencia de cálculo (y no solo usando nuestro universo conocido, como hasta ahora).

Gracias al principio de CTD podemos formular una nueva filosofía de la mente donde el cerebro sea una máquina universal, resolviendo algunos problemas de la filosofía de la mente en la actualidad. Existen concepciones del mundo extremas que, aun siendo más especulativas, también tienen cabida dentro de este principio, como podrían ser el hecho de que vivimos en una simulación o en “la mente de Dios”.

En conclusión, tomar este principio como válido nos presenta un ramillete de nuevas teorías en campos dispares, que nos pueden ayudar a un avance en el conocimiento, tanto en tareas prácticas con la ayuda de ordenadores cuánticos, como a nivel teórico profundizando en la naturaleza de la mente humana o la epistemología.

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[1] Deutsch (1999), cap. 7 Una conversación sobre la justificación para una mayor profundización en la interpretación de Deutsch sobre la inducción en Popper.
[2] También, claro está, puede pasar que ambos sean inválidos.
[3] Este principio fue propuesto por el mismo Einstein, y es una versión más general del Principio Copernicano. Afirma que, en escalas lo suficientemente grandes, el universo es homogéneo e isotrópico. Para ampliar más sobre este tema ver Coles (2002) pp. 3-32 y también Zorzano (2008) p. 10
[4] Por el Entscheidungsproblem de un sistema de lógica simbólica entendemos el problema de encontrar un método efectivo por el cual, dada cualquier expresión Q en la notación del sistema, pueda ser determinado si Q puede ser probado o no en el sistema” (Church 1936, p. 41)
[5] Turing (1936)
[6] Church (1936)
[7] Copeland (2008)
[8] Copeland (2008)
[9] Deutsch (1985), p. 3
[10] Dennett (1991), p. 191
[11] Churchland (1990), p. 26
[12] King (1996)
[13] Copeland (1998)
[14] Copeland (1998) para una discusión extensa de las falacias sobre la tesis de CT.
[15] Deutsch (1985)
[16] Deutsch (1985), p. 3
[17] Por Física Clásica nos referimos a toda Física pre-cuántica.
[18] Timpson (2006) para un análisis más detallado del funcionamiento básico de los ordenadores cuánticos.
[19] Deutsch (1999), cap. 2. Sombras, para un completo análisis de tomar como verdadera la interpretación de los muchos mundos de Everett.
[20] Deutsch (1985), pp. 17-18 y Sarrazin (2012) para ejemplos de experimentos que verificarían la interpretación de Everett.
[21] Betchel (1991), pp. 157-164
[22] Chalmers (2010) para un estudio detallado de la singularidad y las diferentes consecuencias filosóficas .
[23] Good (1965)
[24] Bostrom (2003) para un análisis del tiempo que puede quedar para que una superinteligencia emerja.
[25] Chalmers (2010), p. 4
[26] Chalmers (2010), p. 3
[27] Chalmers (2010), pp. 40-54 para un análisis en profundidad de las posturas pesimista y optimista.
[28] Bostrom (2003)
[29] Bostrom (2003), p. 1

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante la entrada. Puede recordar un poco a los desvaríos de Tipler pero la encuentro más comedida y rigurosa.

Muchas gracias.

Kike dijo...

Gracias a ti por comentar. He intentado que, aunque es verdad que a veces divago un poco y especulo bastante, advertir al menos de las especulaciones y separarlas de lo que esta admitido cientificamente.

Anónimo dijo...

Muy interesante.
Déjame apuntar que efectivamente, como dice Dennet en tu cita, la máquina de Turing universal puede computar cualquier función que cualquier ordenador pueda computar, si por 'ordenador' queremos decir 'máquina de Turing' o equivalente.
Ahora bien, esto no implica que la mente humana sea equivalente a una máquina de Turing.

Laureano Luna.